vez, pero no nueva; dejo, en fin, a su prudencia el discurrir si un hombre, por
caballero
que sea, lleva su obligación de defender al bello sexo hasta el punto de matar in
der en el siglo XVII en una iglesia, sin que causas inmediatas avivasen una pasión mal reprimida tal vez, pero no nueva; dejo, en fin, a su prudencia el discurrir si un hombre, por
caballero
que sea, lleva su obligación de defender al bello sexo hasta el punto de matar incontinente, y en un lugar y día tan santo, al agresor, sin tener algún interés por la ofendida, o si